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¿Tienes dificultades para conocer gente?

Estás en una fiesta con más gente tanto conocida como desconocida y observas como los demás interactúan, conversan, ríen y tú mientras te preguntas: “¿cómo lo hacen?”, “¿por qué a ellos no les cuesta y a mí sí?” Intentas imaginarte acercándote a alguien, pero te inundan pensamientos que ya conoces: “no les voy a caer bien”, “soy muy aburrido/a”, “no tengo nada interesante que decir”. ¿Esta situación te resulta familiar?

En este tipo de situaciones entran en juego tanto los pensamientos o creencias que pueden presentarse antes y durante la interacción, como un posible déficit en ciertas habilidades que queramos poner en marcha como pueden ser: iniciar una conversación, mantener una conversación, realizar un elogio, etc.

Respecto a estas creencias, sabemos que se conforman en base a nuestra historia de aprendizaje. Puede ser, que en un contexto anterior nos fueran útiles, pero quizá a, día de hoy, supongan un obstáculo para conseguir el objetivo que deseamos.

Estas creencias a veces generan tanto malestar que pueden llevar a rehuir ciertas interacciones. De forma que, a largo plazo, por evitar el malestar de enfrentar esa situación, tampoco se obtienen los beneficios de conocer gente nueva, como crear nuevos vínculos, tener acceso a actividades gratificantes en compañía, obtener apoyo emocional o todo aquello que vaya en consonancia con los valores de cada uno/a respecto a compartir tiempo con otras personas.

La buena noticia es que en terapia podemos trabajar para que puedas mejorar tus habilidades sociales. En este caso se suelen abordar las siguientes cuestiones:

  1. Identificar aquellos pensamientos que aparecen en relación con las interacciones sociales y nuestros objetivos. De esta tomaremos conciencia de cómo ciertos pensamientos podrían estar actuando como obstáculos en el camino y, en última instancia, estar facilitando la evitación que mantiene el problema. Ahora bien, podremos, a través de prestar más atención a nuestros objetivos a medio y largo plazo enfocarnos en ellos y no tanto en estos pensamientos.
  2. Identificar posibles limitaciones en relación con las habilidades sociales. ¿No sabes cómo iniciar una conversación? ¿Te cuesta sacar temas de conversación? ¿Te cuesta mostrar que escuchas a otra persona? ¿Te cuesta realizar o recibir un elogio? ¿Te cuesta adaptar la comunicación no verbal a la situación? ¿No sabes finalizar una conversación? En función de las limitaciones detectadas, se entrenarán tanto dentro como fuera de sesión.

    Por ejemplo, al considerar iniciar una conversación, hay que tener en cuenta:

    -El lenguaje no verbal: mostrarse con el cuerpo relajado, sonreír, mirar a la otra persona, orientar el cuerpo hacia la otra persona…

    -El lenguaje verbal, es decir, aquello que queremos decir. Se puede iniciar una conversación simplemente saludando y presentándose (“¡Hola!, ¿cómo estás? Yo soy…”), hablando de algún tema recurrente (“madre mía, ¡qué calor hace hoy!”) o aludiendo a algún elemento del entorno (“me gusta mucho esta canción, ¿no sabrás por casualidad cómo se llama?”).

  3. Exposición gradual a distintas situaciones sociales. Normalmente se suele realizar una jerarquía de situaciones ordenadas de menor a mayor según el malestar o la ansiedad que generen. De esta forma, se va pactando, también en función del entorno natural o de posibles situaciones que se puedan crear a qué situaciones exponerse en cada momento. De esta forma, si bien el enfrentar estas situaciones se experimentará ansiedad, a través de la exposición repetida, estas sensaciones fisiológicas desagradables irán disminuyendo. Y, además, se experimentará bienestar por el avance en los objetivos (p. ej: participar de una conversación agradable, obtener una invitación a otro plan…).

Siguiendo con el ejemplo anterior, se practicaría en sesión con el terapeuta o con otro coterapeuta una simulación de cómo sería iniciar una conversación con alguien desconocido. Y, posteriormente, se elegiría una situación fuera del contexto terapéutico para poner en práctica esta habilidad.

Recuerda que lo que está bajo tu control es lo que tú hagas (en este caso, el acercarte a otra persona y poder, en último término, alcanzar tu objetivo en relación con las relaciones sociales). No lo está, sin embargo, lo que tu interlocutor haga. Esto hace posible que en algún momento recibas una mala respuesta. Y si bien, esto es algo que puede ser desagradable, forma parte del camino. La idea no es recibir siempre buenas respuestas o tener interacciones ideales (en la vida se van a presentar conflictos y habrá momentos que conlleven malestar), sino poder avanzar hacia el objetivo que se acuerde.

Si crees que está siendo una dificultad que está presente actualmente, que interfiere en tu día a día, y consideras la posibilidad de acudir a consulta, puede ser un espacio seguro en el que empezar a poner en marcha cambios en este sentido.

Referencias:

Roca, E. (2005). Cómo mejorar tus habilidades sociales. Valencia: ACDE Ediciones.

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Por Rocio Angulo

Experta en Sexualidad y Terapia de Pareja

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