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¿Cómo se “supera” un duelo?

La reacción que se desencadena cuando una persona cercana a nosotros fallece, se denomina duelo. Se trata de una experiencia emocional compleja, que no todas las personas viven de igual forma pero que para muchos, es una de las más dolorosas que jamás han sentido. ¿En qué consiste el duelo?

El duelo puede comprender una serie de manifestaciones en algún punto del proceso:

  • Sentimientos de tristeza, apatía, enfado, culpa, impotencia.
  • Sensaciones físicas como la opresión en el pecho o en la garganta, vacío en el estómago o falta de energía.
  • En cuanto a los pensamientos, podemos encontrar preocupación, confusión o incredulidad.
  • Por último, también es frecuente que vean alterados el sueño y la alimentación del doliente, que la persona llore con frecuencia y que se aísle.

Queremos recalcar la importancia de entenderlo como una reacción totalmente normal y natural, inherente al ser humano.
Vivimos en una cultura en la que nos podemos sentir presionados a estar siempre felices y en la que se aspira a no sentir malestar en ningún momento, ya que sentirlo se interpreta o bien como una señal de enfermedad o, incluso peor, como el resultado de un fracaso al no haber conseguido alcanzar el éxito que se cree que supone el estar siempre “bien”.

Ante esto, consideramos relevante insistir en la idea de que, si has perdido a alguien y estás sufriendo, es la reacción más normal e incluso sana que podrías tener.

Por otra parte, no se trata de un proceso lineal, sino que se vive con altibajos en forma de oleadas de dolor que aparecen en diferentes momentos, por ejemplo, en fechas señaladas como aniversarios o cumpleaños. En la mayor parte de los casos, evoluciona favorablemente y las personas consiguen adaptarse tras la pérdida.

¿Cómo se “supera” un duelo?
Consideramos que puede ajustarse más la realidad de lo que implica un duelo el hablar de adaptación a la pérdida, de aprender a vivir con la ausencia que supone y en último término, de hacer las paces con la situación.

El elemento central para que ese proceso se dé es permitirse sentir el dolor que conlleva la pérdida. Con esto nos referimos a procurar evitar aferrarnos a estrategias que persigan no sentir nada o no pensar en el fallecido (usar el trabajo para mantenernos distraídos, emplear sustancias como el alcohol o las drogas, etc.).

En el momento en el que nos sentamos preparados para ello, y sin presionarnos, puede ser adecuado darnos el espacio y el tiempo para desahogarnos de la forma que necesitemos, por ejemplo, llorando o hablando acerca de cómo nos sentimos o del fallecido con nuestros seres queridos.

Darnos permiso para estar tristes también implica ser compasivos con nosotros si notamos que no tenemos la misma energía para afrontar las tareas del día a día, o las mismas ganas que de costumbre de hacer planes sociales o de ocio.

Intentemos no presionarnos pretendiendo “pasar página” en un plazo concreto de tiempo, respetemos nuestro propio proceso para elaborar así la experiencia de la forma que necesitemos.

Sería normal que en una primera etapa la frecuencia con la que hagamos determinados planes se pueda reducir, que necesitemos pasar más tiempo solos o que nuestro rendimiento en el trabajo se vea afectado.
Será deseable, en algún punto del proceso, procurar ir retomando dichas actividades de forma progresiva.

Una última estrategia que puede ayudarnos mucho es pedir ayuda a las personas que nos rodean, no pretendamos asumir la carga solos.

Si tenemos en cuenta hasta qué punto la muerte es un tabú en nuestra sociedad y lo poco que se habla de ello, podemos comprender cuán importante es expresar con claridad qué necesitamos de los demás, puesto que a menudo las personas que están a nuestro lado no saben exactamente cómo acompañarnos e incluso nuestras propias necesidades pueden ir cambiando.

¿Y si no consigo encontrarme mejor?
En algunos casos es posible que sintamos que no conseguimos adaptarnos a la pérdida, que no somos capaces de hacer frente al día a día o que no sabemos cómo gestionar las emociones que nos provoca.
También puede haber diferentes circunstancias en torno al fallecimiento que hagan más difícil el proceso, como que se trate del fallecimiento de un hijo, que sea una muerte inesperada o violenta o que no dispongamos de apoyo social.
En estos casos, puede ser recomendable buscar ayuda por parte de un profesional especializado.

Referencias:
Cruz-Gaitán, J., Reyes-Ortega, M. y Corona-Chávez, Z. (2017). Duelo: tratamiento basado en la Terapia de Aceptación y Compromiso. Manual Moderno.

Johana

Por Johana Hernández

Nuestra experta en intervención en adultos

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