
Alcohol y TCA

CONSUMO DE ALCOHOL EN PACIENTES CON TCA, LA VARIABLE MÁS OLVIDADA DE CARA A LA INTERVENCIÓN
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) constituyen un tipo de problemas psicológicos que pueden alcanzar una sintomatología bastante grave, que se caracteriza, principalmente, por la presencia de conductas y actitudes alteradas ante la ingesta alimentaria, así como suele asociarse a una preocupación excesiva por la figura corporal, o a comportamientos encaminados a controlar el peso, pudiendo generar la aparición de determinados problemas físicos y/o interferir de manera significativa en el funcionamiento psicosocial de la persona.
Existen numerosos comportamientos presentes en este tipo de problemáticas que dan lugar a que el problema cada vez se agrave más o se mantenga, aunque a corto plazo hacen que la persona sienta cierto alivio, control y/o satisfacción, hablamos de conductas tales como la restricción, que puede verse de diferentes formas: saltarse comidas, evitar ciertos alimentos, reducción de la cantidad total de calorías al día, a su vez, tenemos la restricción activa, que sería las acciones comentadas anteriormente, y la restricción pasiva, que serían esos pensamientos encaminados a controlar, planificar y anticipar cómo llevar a cabo esa restricción en un futuro o presente cercano (p. ej. ‘mañana no desayuno’ ‘me quito el pan de la comida y listo’). También podemos encontrar conductas compensatorias (vómitos autoinducidos, realizar un exceso de ejercicio, uso de laxantes y/o diuréticos), entre otros (comer muy rápido o muy despacio, beber mucha agua o bebidas altas en cafeína, mascar chicle, no pesarse o pesarse mucho, comprobaciones corporales, compararse con otros, evitar situaciones sociales, evitar mirarse al espejo o mirarse mucho, usar ropa amplia o con colores oscuros, etc.)
Tal y como refleja el título de este artículo, muchos profesionales puede caer en la trampa de no evaluar la función que puede cumplir el consumo de alcohol en este tipo de problemáticas. El alcohol es una droga que deprime el sistema nervioso central, es decir, que enlentece las funciones del cerebro. El alcohol afecta a la capacidad de autocontrol, por lo que puede confundirse con un estimulante. Una vez ingerido, el alcohol se absorbe rápidamente a través de las paredes del estómago y el intestino delgado y es transportado a través de la sangre al cerebro y al resto de órganos. La edad, el peso, el género, la cantidad, la frecuencia y cómo lo tomamos determinan el efecto y la intensidad de esta droga.
Los efectos que podemos encontrar al consumir esta sustancia son desinhibición, euforia, relajación, aumento de la sociabilidad, dificultad para hablar, dificultar para asociar ideas y descoordinación motora. Pese a ello, y según aumente la cantidad del mismo, también encontramos otros efectos (no tan agradables) tales como:
- Cambios emocionales, afectando tanto al comportamiento, pensamiento y emociones. A pesar de que suele ser un medio para desinhibirse, sentirse relajados o incluso para ser más sociales, la ingesta excesiva del mismo tiende a trasformar esas sensaciones en ansiedad, agresividad, tristeza y /o apatía.
- Lapsos de memoria, lo cual depende también de las cantidades ingeridas o consumirlo con el estómago vacío.
- Pérdida de conocimiento, habitual en personas que beben grandes cantidades de alcohol de manera muy rápida.
- Impulsividad, sea en grandes o pequeñas cantidades, esta sustancia interfiere en las conexiones del córtex prefrontal del cerebro, la cual está encargada de mediar en la impulsividad de la personas, así como en la organización de su comportamiento.
¿Para qué puede consumir una persona con problemática de TCA alcohol? La función que puede tener es la que venimos describiendo anteriormente: desinhibirse, relajarse, aliviar momentáneamente ese malestar que experimentan en su día a día, ya que cada comida o evento social en torno a comida, viene siendo un auténtico infierno o un problema al cual tener que enfrentarse constantemente. Este desahogo momentáneo tiene una serie de costes, mucho mayores para la persona, pero vienen pasado el momento.
El problema surge cuando el consumo de esta sustancia tiene una serie de consecuencias: el alcohol sigue siendo una sustancia que tiene calorías, esto se traduce en una preocupación para estas personas, ya que tienen que ‘encajar’ o compensar ese consumo de alguna manera (restricción, compensación, etc.). Relacionado con el aumento de la impulsividad y la desinhibición, si en torno a ese consumo del alcohol hay comida, es muy probable, incrementado por el estado previo de restricción (sea del tipo que sea), que la persona consuma alimentos ‘prohibidos’ o derive en un atracón. Lo que, posteriormente, genera culpa, arrepentimiento y/o vergüenza, y de nuevo, se ponen en marcha comportamientos para aliviar dicho malestar.
Esto también se debe a que el alcohol es una sustancia que aumenta el apetito motivado por varias razones:
- Inhibe los efectos de la leptina, hormona encargada de suprimir el apetito.
- Estimula las células nerviosas en el hipotálamo del cerebro (AGRP), las cuales se activan por inanición real, pero causan una sensación intensa del hambre. En estudios se ha demostrado que estas células se activan cuando el cuerpo de manera natural experimenta hambre.
- Reduce los niveles de azúcar en sangre, por lo que incrementarán las ganas de consumir alimentos altos en azúcar y carbohidratos como una pizza, bollería industrial, embutidos, salsas… Es decir, se ve afectada la capacidad del hígado para liberar la cantidad correcta de glucógeno, o glucosa almacenada, en la sangre para mantener los niveles de glucosa estable. Eso empeora la situación; tanto el estómago como el hígado, que ya estaban “trabajando” para digerir el alcohol, tienen que hacer un sobre esfuerzo para digerir las grasas y los azúcares.
El alcohol puede llegar a durar de media unas 10 -19 horas en nuestro organismo desde la última copa, por lo que es muy posible, que todos estos efectos que provoquen en el organismo sigan inestables al día siguiente, por lo que la probabilidad de que al día siguiente la persona afectada con una problemática de TCA siga teniendo dificultades para regular sus impulsos, es muy alta.
Por todo ello, el consumo de alcohol en estas personas puede resultar una variable muy peligrosa de cara a la recuperación y a la puesta en marcha de una adecuada intervención, ya que puede alterar el progreso o incluso empeorarlo.

Por Andrea Sánchez
Experta en Análisis funcional, Trastornos del estado de ánimo y Trastornos de la conducta alimentaria