
Discapacidad Intelectual y Sexualidad

Es una realidad que las personas con discapacidad intelectual presentan algunas dificultades en el desarrollo de su sexualidad, especialmente a la hora de satisfacer sus necesidades sexuales. Estas dificultades en la mayoría de los casos conllevan trastornos en el estado de ánimo, ansiedad, irritabilidad, problemas en sus interacciones sociales, entre otras, afectado de esta forma su calidad de vida en general.
Recordemos que muchas personas con discapacidad intelectual presentan dificultades a nivel de comunicación y en sus interacciones sociales. Muchos de los fracasos o de las dificultades en las interacciones sociales vienen por la dificultad para comprender las normas y reglas sociales y también por el desconocimiento y manejo inadecuado de su sexualidad.
Por otro lado, es común también que las personas con discapacidad intelectual carezcan de recursos que le permitan identificar los riesgos y peligros tanto en sus propias conductas sexuales como en las de otras personas, por lo que podrían ser capaces de consentir interacciones sexuales sin comprender el nivel de riesgo de las mismas y sus consecuencias, como las enfermedades de transmisión sexual, relaciones y embarazos no deseados, entre otros.
Ante la vulnerabilidad que supone su condición en esta área, para la mayoría de las familias la sexualidad resulta ser todo un reto; En principio se enfrentan a la necesidad de proteger a su familiar con DI ante el riesgo de abuso sexual y por otro lado ser prudentes de no caer en el error de limitar sus oportunidades de relacionarse con otras personas. Existen muchos temores ante las conductas socio afectivas que muestran sus familiares con DI, de que estas puedan ser malinterpretadas por el entorno, vergüenza por posibles comportamientos hipersexualizados inadecuados en público y que las conductas exploratorias y auto estimulatorias ocurran con tal frecuencia que puedan convertirse en una compulsión poniendo en riesgo su salud e interfieran con otras actividades.
En aquellos casos con mayor grado de afectación, para las familias resulta difícil reconocer las posibilidades de desarrollo en diversas áreas incluyendo la sexualidad, cayendo en el error de ser infantilizada, negada o rechazada para la persona con DI.
La terapia en esta área debe partir de la idea que la sexualidad va más allá de la genitalidad. Como terapeutas debemos centrarnos en promover habilidades sociales y conductas asertivas y no limitarnos únicamente a conductas sexuales que formarán también parte del proceso terapéutico. Debemos trabajar en reestructurar aquellos prejuicios e ideas irracionales asociadas a la sexualidad de la persona con DI, comprender que independientemente de su condición, su sexualidad se desarrolla dentro del mismo rango que la población en general.
¿Qué aspectos debemos considerar para una educación sexual sana?
- El conocimiento de su propio cuerpo, la genitalidad que definen el sexo al que pertenecen, cambios fisiológicos asociados a la pubertad, la menstruación, la masturbación y la eyaculación.
- Proporcionar recursos dentro de su rutina diaria para el adecuado cuidado e higiene personal ante los cambios fisiológicos que se presentan y a la actividad sexual.
- Conocimiento sobre sus derechos sexuales y reproductivos dentro del marco de los derechos humanos.
- El respeto por su intimidad, por su cuerpo e integridad física.
- Aprendizaje diferencial de caricias adecuadas y permitidas de las inadecuadas, tanto hacia otras personas como sobre sí mismos. La diferencia entre una caricia (con componente afectivo) y exploración física necesaria (sin componente afectivo realizada en contexto sanitario o familiar ante alguna condición clínica).
- Formación en conductas de protección y formas que le permitan prevenir y defenderse ante situaciones de explotación y abuso sexual.
- Psicoeducación sobre auto estimulación sexual y/o masturbación de forma natural y privada, posterior al aprendizaje diferencial de conductas en contexto público y privado.
- Acompañamiento en el manejo adecuado de los cambios propios de cada etapa, considerando sus necesidades específicas para la socialización, el reconocimiento y manejo de las emociones y comprensión de su sexualidad.
- Acompañamiento y Orientación en el proceso para desarrollar actitudes, reconocer y reafirmar su identidad y orientación sexual e intereses sexuales.
- Aprendizaje de habilidades sociales y conductas asertivas que le permitan desarrollar interacciones sociales adecuadas que faciliten el intercambio de signos sexuales con aquellas personas que le atraigan en el contexto de una relación. Es decir, desarrollar la capacidad de comprender, iniciar y mantener interacciones sanas con otras personas.
No podemos olvidar que cada persona con DI será la encargada de orientar la educación sexual en función de sus necesidades específicas, su edad y conducta sexual presente en cada momento. Tanto los profesionales como las familias debemos partir desde este punto para ofrecer información y recursos en función a dichas necesidades (biológica, anatómica, conductual, social, autoimagen, etc). Deberemos anticiparnos a los cambios que se presentan a partir de la pubertad para que tengan herramientas para asumirlos y sobrellevarlos adecuadamente.
La educación y orientación sexual es una forma de prevenir y proteger.

Por Daniela Guglielmin
Psicóloga sanitaria tanto de población adulta como infanto-juvenil, experta en Neuropsicología Aplicada y Rehabilitación Cognitiva y discapacidad.