
¿Preocuparse o... pre-ocuparse?

¿A qué edad te contaron que “preocuparse” significa ocuparse antes de ocuparse?.
Y es que todos le hemos dado vueltas a una tarea que no estamos seguros de saber hacer, a una cita de la cual tengo muchas ganas, pero no se si irá bien, o a una decisión que he tomado pero me da miedo afrontar.
Muchas veces, cuando pensamos en un problema futuro tratamos de buscarle soluciones o imaginar cómo lo llevaremos a cabo. Si este proceso se vive desde la tranquilidad y te ayuda a obtener soluciones o a pensar formas de afrontarlo será una buena estrategia de planificación. Sin embargo, si vivimos este proceso con miedo o inseguridad, si nos genera angustia pensar en el acontecimiento, no estaríamos llevando a cabo una estrategia para afrontarlo, ¿o sí?.
La respuesta es sí. La preocupación es una estrategia de afrontamiento ante los problemas o dificultades, la pregunta que cabría aquí sería, ¿a qué coste?. Cuando nos preocupamos estamos manipulando nuestra atención para concentrarnos en aspectos específicos del evento o distraernos de otros; podemos modificar las emociones que experimentamos si manipulamos los eventos de nuestra mente. Pero esta estrategia no modifica la situación, es decir, por mucho que pienses en esa tarea que no sabes si conseguirás hacer o en esa cita que te da algo de miedo, no vas a modificar esos hechos en la realidad, lo que cambiará serán tus
emociones al pensar en ello y… si sigues pensándolo aumentará tu miedo y tu angustia.
La preocupación inhibe la sensación de descontrol ante un problema, tu cerebro interpreta que al pensar en el problema te estás ocupando de él, pero a largo plazo contribuye a aumentar la intensidad y la duración de la ansiedad. Además, impide el procesamiento emocional, dificulta la toma de decisiones y no permite que te habitúes a los hechos.
Como hablábamos antes, pensar en un desafío futuro no tiene que ser necesariamente preocuparse por él, a muchas personas les resulta beneficioso porque son capaces de obtener soluciones o imaginarse cómo lo resolverían. El problema viene cuando esta estrategia no nos es efectiva, porque no obtenemos soluciones, si no emociones desagradables.
Comienzan los pensamientos del tipo “¿y si…?” que dan lugar a un razonamiento circular que solo perpetúa este estado de incertidumbre y disonancia entre lo que conocemos y lo que deseamos conocer. Las estrategias que usamos para afrontar son sobre todo verbales, esto interfiere con otras funciones cognitivas como el procesamiento de imágenes (necesario para el procesamiento emocional) y acaparan recursos atencionales que dificultan el razonamiento y la resolución de problemas.
La preocupación afecta a la calidad de vida, deteriorándola. Y es que no solo aparece ante problemas importantes de la vida, si no que se generaliza a problemas menores del día a día que otras personas no percibirían como amenazantes. Además, se percibe preocupante como incontrolable, no somos capaces de controlar el inicio ni el final de esta preocupación y se genera una sensación de descontrol y desesperanza ante la propia experiencia emocional. Al final, se destinan nuestros esfuerzos a reducir el malestar emocional y a largo plazo se limitan las acciones orientadas a metas y valores. Por último, está muy asociada al catastrofismo y a altos niveles de ansiedad y angustia; convirtiéndose en una característica prominente en la mayoría de trastornos de ansiedad.
Como todo proceso psicológico, la preocupación está estudiada y contamos con técnicas y estrategias para regularla y pasar a la acción, no quedarnos en el pre.
Algunas de la estrategias que usamos para ayudar a las personas son:
- Entrenar en habilidades de tolerancia al malestar psicológico,adoptando una actitud de aceptación ante el malestar, no de resignación.
- Entrenar y fortalecer en habilidades de resolución de problemas.
- Ayudar a tomar contacto y atención con el ahora, el momento presente.
- Enseñar otras estrategias de afrontamiento más útiles y orientadas abuscar soluciones al problema.
- Aprender a planificarse y organizar las tareas.
¿Quieres conocer más estrategias y/o aprender a controlar la preocupación?
¡No dudes sen escribirnos!
Referencias:
Worry and its psychological disorders: Theory, Assessment and Treatment. Graham C.L. Davey, Adrian Wells.
Regulación emocional en la práctica clínica. Una guía para terapeutas. Michel André Reyes Ortega, Edgar Antonio Tena Suck.

Por María Alonso
Experta en inteligencia emocional, procesos de duelo, autismo y discapacidad intelectual